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Aunque algunos elementos como el
oro (Au),
plata (Ag),
cobre (Cu),
plomo (Pb) y el
mercurio (Hg) ya eran conocidos desde la antigüedad, el primer descubrimiento científico de un elemento ocurrió en el siglo XVII cuando el alquimista
Henning Brand descubrió el
fósforo (P). En el siglo XVIII se conocieron numerosos nuevos elementos, los más importantes de los cuales fueron los gases, con el desarrollo de la química neumática:
oxígeno (O),
hidrógeno (H) y
nitrógeno (N). También se consolidó en esos años la nueva concepción de elemento, que condujo a
Antoine Lavoisier a escribir su famosa lista de sustancias simples, donde aparecían 33 elementos. A principios del siglo XIX, la aplicación de la pila eléctrica al estudio de fenómenos químicos condujo al descubrimiento de nuevos elementos, como los metales alcalinos y alcalino–térreos, sobre todo gracias a los trabajos de
Humphry Davy. En
1830 ya se conocían 55 elementos. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, con la invención del
espectroscopio, se descubrieron nuevos elementos, muchos de ellos nombrados por el color de sus líneas espectrales características:
cesio (Cs, del latín
caesĭus, azul),
talio (Tl, de tallo, por su color verde),
rubidio (Rb, rojo), etc.